¿Cómo nos afecta el cambio de clima?
Cuando empieza el otoño y las temperaturas comienzan a disminuir, nuestra piel reacciona contrayendo los vasos sanguíneos para proteger al organismo de la pérdida excesiva de calor. Esto provoca que lleguen menor cantidad de oxígeno y nutrientes a la dermis, además de una reducción de la secreción de sus glándulas sebáceas. ¿El resultado? Una piel apagada, reseca tirante y más sensible.
Por suerte existen algunas medidas diarias que podemos tomar para minimizar las consecuencias del descenso de temperatura y prevenir la resequedad en nuestra piel.
- Hidratación: las cremas ricas en vitamina A son una excelente opción para devolverle la humectación natural a nuestra piel. El mejor momento para hacerlo es inmediatamente después de la ducha, cuando se absorberá más fácilmente.
- Evitar el uso excesivo de calefacción: los cambios bruscos de temperatura favorecen el riesgo de padecer capilares dilatados y arañas vasculares.
- Utilizar jabones y detergentes libres de sulfatos: los limpiadores que contienen sulfatos suelen generar mucha espuma y pueden perjudicar la capa hidrolipídica de nuestra piel, haciendo que se reseque mucho más fácil.
- Disminuir y/o evitar el consumo de tabaco y alcohol: esta clase de sustancias repercuten negativamente en la salud de la piel ya que favorecen la aparición de radicales libres, los principales causantes de su envejecimiento prematuro.
- Aumentar el consumo de agua y antioxidantes: lo ideal es consumir al menos 2 litros de agua por día. Además, es necesario incorporar a nuestra dieta alimentos como frutas, verduras y frutos secos, ricos en vitaminas esenciales para la piel como A, C y E.
Siguiendo estos consejos, lograremos que nuestra piel se mantenga humectada, lozana y suave a pesar del cambio de clima.